El football y yo

Mi papá no es gran aficionado de los deportes profesionales. Nunca fue fanático de algún equipo o siguió alguna liga. Sí, veía las finales de los torneos de fútbol, pero yo creo que más lo hacía para molestar a Hugo—mi primo—que porque realmente le interesara la técnica o los goles. A mi mamá no le podía interesar menos. Digamos que no tuve los mejores modelos a seguir para volverme aficionada de algún equipo. Pasaron con indiferencia delante de mí un sinnúmero de partidos o resúmenes de las mejores juagadas al final del día—básquet, béis, americano, you name it.

Además, en mi mente prefeminista de aquella época, ver deportes por entretenimiento era claramente una actividad no designada para mi género. Y en mi defensa, ninguna amiga, tía, prima, o compañera llegó a preguntarme un marcador o me invitó a ver un juego.

Llegué a vivir a DC en julio del 2007; renté un cuarto en casa de una familia salvadoreña que se las arreglaba para vivir sin internet. A veces prendía la tele en las tardes mientras cenaba o preparaba mi comida para el día siguiente. No recuerdo la programación a detalle: series, noticias y cosas así, pero lo que sí recuerdo y lo que realmente me sorprendió fue que de un día al otro la programación se convirtió en un partido de americano tras otro, análisis de jugadas, ligas fantásticas, jugadores, y lesiones. Inició la temporada de americano ese año, y desde entonces el football se volvió una constante en mi vida. Hasta la señora de la limpieza opina sobre los jugadores, los fanáticos, y los equipos.

H es un gran fan del juego, fanático de los vaqueros de Dallas desde antes que supiera decir Cowboys. El sonido del estadio inunda mis fines de semana desde que vivimos juntos. Sábados de colegial, domingos y lunes de profesional. Después de años con la narración del juego a mis espaldas—mientras cocinaba, por supuesto—y fiestas de súper tazón, finalmente me alcanzó el football. Entiendo el juego, conozco el nombre de los jugadores, sé de las lesiones—en particular las de Romo—reconozco las faltas y a veces me emociono con las jugadas.

En Octubre me proclamé fanática de los broncos de Denver, y ante semejante rebeldía H dijo que si en verdad quería tener un equipo, tendría que seguirlos toda la temporada, ver los partidos…lo que más o menos hice…digo, checar el marcador de reojo en el periódico también cuenta, ja. Por supuesto, acordamos que los vaqueros tienen preferencia sobre los broncos si llegaran a enfrentarse, y que nuestra descendencia—todavía no concebida—le ira a los vaqueros… (¡Para ese entonces Romo habrá acabado su contrato y habrá pases completos! Al menos eso espero).

Qué mejor regalo de novata que mi equipo llegara al súper tazón y que ganara, que lo anuncios fueran notoriamente menos sexistas que años pasados, que la reina B dominara el espectáculo de medio tiempo con una demostración de orgullo afro, y que Coldplay, por insípido que pareciera, se mostrara a favor del matrimonio gay. Así si me gusta ver el football.

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3 respuestas a “El football y yo

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  1. jajajaja…espero que a mi nunca me alcance!!! estaba pensando que espero que la decendencia tiene derecho a escojer a quien le vaya….ni dallas ni broncos, sino el equipo que mas le guste….y tambien pongo en duda quien tiene preferencia cuando juegen en contra….mejor que cada quien le vaya a quien le quiera ir… besos!

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